Un gran apoyo en el tema de combatir los efectos de la acción demoníaca a la gente y los lugares son los sacramentales en forma de agua, aceite y sal exorcizado. El exorcismo de agua, sal y aceite lo puede realizar cada sacerdote.
Los exorcismos son un ministerio de liberación del dominio demoníaco, el que ejerció Jesucristo y que ordenó a sus alumnos, diciendo: “Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios” (Mt 10, 8). El exorcismo (gr. exorkizein – “maldecir”) es un comando dado en el nombre de Dios a un demonio para que él salga de una persona, un animal, un lugar o una cosa. Es una forma especial de la bendición (sacramentalio) que el sacerdote otorga a un hombre en las situaciones y necesidades específicas.