En los principios, el rito de exorcisar se lo trataba como uno de las carismas y se practicaba sin ningunas dedicaciones. La primera mención sobre el establecimiento formal de los exorcistas proviene de la letra del papa Cornelio (251-253) a Fabio, el obispo de Antioquía. La primera mención sobre el estatuto del exorcista en Este encontraremos en los documentos de Sínodo de Laodicea (ca. 360). El caso de las primeras dedicaciones entre las exorcistas fue tratado por Sínodo de Cartago (398). Sin embargo, no solo ellos ejercieron el ministerio de exorcista.
Como expulsar los espíritus malos, lo enseñaba Jesucristo a sus discípulos. Los exorcismos de Jesucristo tan como los hechos después, por los apóstoles entre los Judíos y paganos, habían llegado a ser famosos por su eficacia. El poder sobre los demonios es precisamente una confirmación de la veracidad de fe cristiana y, en mismo tiempo, una fruta de proclamar la Buena Nueva.
El sacramentalio de exorcismo se lo concede según recomendaciones de Rito romano. Los exorcismos usualmente están conseguidos en un lugar aislado, ej. una capilla o una habitación adecuada donde normalmente está un imagen de Cristo Crucificado, de Santísima Virgen María, de unos ángeles.
Aparte del sacerdote en el exorcismo pueden participar unos sacerdotes y seculares los cuales objetivo es rezar en intención de la persona molestada y ayudar al sacerdote en caso de necesidad. No es permitido para ellos que expresen cualquiera fórmula de exorcismo.