Como expulsar los espíritus malos, lo enseñaba Jesucristo a sus discípulos. Los exorcismos de Jesucristo tan como los hechos después, por los apóstoles entre los Judíos y paganos, habían llegado a ser famosos por su eficacia. El poder sobre los demonios es precisamente una confirmación de la veracidad de fe cristiana y, en mismo tiempo, una fruta de proclamar la Buena Nueva.