En los principios, el rito de exorcisar se lo trataba como uno de las carismas y se practicaba sin ningunas dedicaciones. La primera mención sobre el establecimiento formal de los exorcistas proviene de la letra del papa Cornelio (251-253) a Fabio, el obispo de Antioquía. La primera mención sobre el estatuto del exorcista en Este encontraremos en los documentos de Sínodo de Laodicea (ca. 360). El caso de las primeras dedicaciones entre las exorcistas fue tratado por Sínodo de Cartago (398). Sin embargo, no solo ellos ejercieron el ministerio de exorcista.