Los exorcismos son un ministerio de liberación del dominio demoníaco, el que ejerció Jesucristo y que ordenó a sus alumnos, diciendo: “Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios” (Mt 10, 8). El exorcismo (gr. exorkizein – “maldecir”) es un comando dado en el nombre de Dios a un demonio para que él salga de una persona, un animal, un lugar o una cosa. Es una forma especial de la bendición (sacramentalio) que el sacerdote otorga a un hombre en las situaciones y necesidades específicas.
El nombre ‘exorcismo’ precisamente puede referir a:
- Exorcismo solemne (magno, público), el cual objetivo es echar fuera el demonio de la persona poseída y liberarla de los dominios demoníacos. Es celebrado según recomendaciones del Rito romano por el ordinario de la diócesis, ej. obispo. El exorcista lo puede estar también cada sacerdote que actúa como el exorcista en el nombre y autoridad de la Iglesia gracias al poder entreguida en la ordenación sacerdotal y con la permisión del ordinario de la diócesis. Esta regla es precisada en el Código de Derecho Canónico.
- Exorcismos privados (menores, simples) son las oraciones para recitar en privado por todos los creyentes, ej. en los momentos de tentación y tormentas de un demonio. En este conjunto caen también las oraciones por la liberación, es decir, las oraciones de intercesión de los cuales todos los sacerdotes y comunidades religiosas pueden disfrutar bajo la dirección de un sacerdote o diácono. Aunque estas oraciones intentan liberar de los dominios demoníacos, no son exorcismos como tales. Tanta oración no puede ser realizada en el caso de una posesión detectada cuando lo que se necesita es un exorcismo solemne. Oraciones como estas no incluyen las fórmulas del exorcismo solemne del Rito romano.
- Exorcismo bautismal incluido desde los principios de la cristianidad al sacramento de bautismo coma una oración especial.
- Uso de agua, aceite, sal y incienso exorcizado por cada creyente en las situaciones adecuadas. El agua, el aceite, la sal y el incienso puede ser bendecido por cada sacerdote (no solamente exorcista) según la oración de Rito romano.
A menudo, las prácticas libertadores las consigue gente no consciente de la amenaza, ej. seculares, bioenergoterapeutas, hadas, encantadores y otros. Sus acciones son caracterizadas por mejoramiento aparente del estado de la persona poseída en primera etapa (es lo que se llama efecto del placebo o decepción satánica) tras cual las dolencias regresan en la manera más poderosa. Por lo tanto, uno debe tener cuidado de tantos “curanderos” apoyándose a los sacerdotes exorcistas. Para más en este tema, lee en artículo “¡Cuidado con los exorcistas falsos!”.
La bendición desde los manos de un sacerdote no será eficaz a menos que la persona tenga la voluntad de conversión, es decir, una ruptura con el pecado. No se puede dejar al diablo una puerta abierta a la propia alma porque el puede volver y conseguir ataque de forma duplicada. Jesús en Evangelio de Mateo nos enseña que
“Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos en busca de reposo, pero no lo encuentra. Entonces dice: Me volveré a mi casa, de donde salí. Y al llegar la encuentra desocupada, barrida y en orden. Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí”.
Por lo tanto, el objetivo verdadero de exorcismo no es una expulsión sola de un demonio y aislamiento de su dominio, sino, sobretodo, una conversión de la persona y su remisión al camino de la fé viva. Conversión y aislamiento de la maldad construyen la base por la liberación. Más en el artículo: “Exorcismos en Biblia”.